“La inesperada prolongación de la guerra influyó decisivamente en la quiebra del zarismo ruso. En efecto, el pueblo ruso tuvo que aportar unos 15000000 de soldados (fue reclutado aproximadamente el 10% de la población) y a este sacrificio pronto se añadió el de los caídos, 2000000; una cifra parecida de prisioneros, 4500000 de mutilados, en buena medida debido al mal equipamiento. Sólo la tercera parte de los combatientes tenían fusil. A ello hay que agregar una crisis de la producción de carbón que incidía directamente en la producción de material bélico, una gran desorganización del sector transportes y la imposibilidad de recibir la ayuda adecuada por parte de los aliados. El Estado zarista se adentraba en el callejón sin salida de su autodestrucción: su vieja maquinaria burocrática, que carecía de flexibilidad para una adaptación reformista a las circunstancias ...”
(Rodríguez Fierro, Armanda – “La revolución rusa y el desarrollo de la URSS”. AKAL. Historia del mundo contemporáneo. Madric, 1991. p. 21)
“La Revolución de febrero de 1917 que derribó a la dinastía de los Románov fue la explosión espontánea del descontento de una multitud exasperada por las privaciones impuestas por la guerra y por la patente disparidad en la distribución de las cargas sociales. La revolución fue saludada con júbilo y aprovechada por gran parte de la burguesía y de la clase de los funcionarios estatales, que no creían ya en la bondad de la autocracia como forma de Gobierno y que, sobre todo, no tenían ningún respeto al zar ni a sus consejeros; y fue de ese sector de la población de donde salió el primer gobierno provisional.”
(E.H. Carr. “La revolución bolchevique”)
“La situación evolucionó rápidamente con la vuelta de Lenin a Petrogrado (3 de abril) ...Al contraro que los mencheviques, cuyas posiciones prevalecían ahora con comodidad en el soviet de Petrogrado, Lenin estimaba que no era necesario consolidad la revolución en su etapa burguesa antes de pasar a un estadio ulterior, el de la revolución del proletariado. Y supo hacer prevalecer esta idea entre los bolcheviques, hasta entonces reticentes (de aquel momento son las famosas ‘Tesis de abril’), precisamente cuando la situación, que se agravaba de hora en hora, venía a darle la razón: aumento dramático del paro, torpe represión de la patronal (con despidos de los militantes obreros y a veces decretando el lock out), estancamiento del movimiento revolucionario por ‘imperativos’ de la defensa nacional (‘O la revolución acaba con la guerra, o será la guerra la que acabe con la revolución’). Las masas populares, dirigidas por los bolcheviques, cuyo número y audiencia aumentaban de día en día, precipitaron el devenir de los acontecimientos.”
(Brunet y Launay – “De una guerra a la otra” Ed. Akal. Madrid, 1991. p. 100)
sábado, 13 de marzo de 2010
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