"Pérez Picazo, Ma. Teresa “Historia de España del siglo
XX” Ed. Crítica. Barcelona, 1996
“Respecto al financiamiento des esfuerzo de guerra, su
origen es, obviamente diverso. La república dispuso para la financiación
interna de los avances hechos al Tesoro por el Banco de España que, según
Sardá, ascendieron a 12754 millones de pesetas. Para la compra de armamento en
el exterior se utilizaron las reservas de oro: 510 toneladas de aleación del
metal amarillo -500 millones de dólares de la época- fueron depositados en la URSS con tal fin, amén de
otras 1923 toneladas y 580 millones de pesetas-oro en Paris. Al final de la
contienda se procedió a vender plata a Estados Unidos y Francia (1225000 kg. De aleación
equivalentes a 16000 dólares). En cuanto al régimen franquista, utilizó el
mismo mecanismo en el interior gracias a la ayuda del Banco de España de la
zona nacional, instalado en Burgos, que adelantó unos 10000 millones de
pesetas. Ambos bandos, pues, recurrieron a la inflación como medio de provisión
de fondos. En cuanto al exterior, Alemania e Italia estuvieron dispuestas a
adelantar armamento y créditos a los sublevados, aplazando su devolución o
cobrándose en materias primas (caso de Alemania con el wolframio durante la
guerra mundial). Globalmente, Franco recibió de Mussolini unos 6000 millones de
liras y de Hitler unos 500 millones de marcos: el conjunto de estos recursos ha
sido calculado por Sardá en 500 millones de dólares. A ello hay que añadir el
suministro de carburantes hecho a crédito por la
Texas Oil C. (1886000 toneladas), por la Standard Oil y por la General Motors. Asimismo hubo
ayudas personas muy importantes como la de Juan March: un millón de libras
esterlinas con las que se compraron al contado los primeros aviones italianos.
Los economistas actuales han llegado a la conclusión de que la financiación
exterior por el Eje Berlín- Roma y, en menor medida, por los medios financieros
del capitalismo mundial, fue decisiva en el esfuerzo de guerra franquista, pero
endeudó durante mucho tiempo al Estado español.” (p. 130)
“… las fracciones separadas del mismo (del ejército) no eran numéricamente comparables entre sí, ya que
las únicas fuerzas profesionales quedaron en el bando franquista …” (p. 129)
Iglesia – apoyo fundamental del franquismo
“Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 el
movimiento conspirativo antirrepublicano se intensificó. Aunque dentro del
mismo figuraban tanto los militares –especialmente los miembros de la
generación africanista de 1915- como los políticos, la acción de estos último
poseía mucha menor envergadura. Entre ellos destacaban una serie de colectivos
monárquicos, tradicionalistas (cuyo jefe, Fal Conde, había organizado a raíz
del desenlace electoral una Junta Carlista de Guerra) y falangista, pero no la CEDA, pese a la desconfianza
que siempre inspiró a las fuerzas de izquierda. En cuanto a los militares
conviene advertir que, aparte de las actividades de la UME, la actitud de protesta
contra la República
estaba muy extendida en el mundo castrense así como la creencia en la necesidad
de establecer un régimen autoritario.” (p. 125)
“El día D
señalado para la rebelión militar sería el 18 de julio, aunque ya en la tarde
del 17 se había levantado la guarnición de Melilla. De los tres generales más
comprometidos en el alzamiento –Mola, Franco, Poded- será el segundo el que
abandone su puesto en Canarias y se ponga al frente de las fuerzas sublevadas
en Marruecos.” (p. 125)
“Durante la primavera y el verano de 1937, el centro de las
operaciones se trasladó al norte de la península. Mientras, Franco, conocedor
de que tenía por delante una guerra larga, procedía a reorganizar su ejército
de manera profesional, asesorado por instructores alemanes, y a mejorar la
formación de los mandos. A lo largo del año 1937 dispondrá de medio millón de
hombres, quizás dos veces más que sus adversarios. Con estos medios, el
ejército franquista pudo conquistar Vizcaya, Santander y Asturias en el breve
plazo transcurrido desde comienzos de abril a octubre, modificando
completamente el reparto inicial de fuerzas al desaparecer una de las dos
mitades que integraba la España
‘roja’. Sin olvidar que el aporte industrial y demográfico de las provincias
conquistadas sería decisivo en el futuro.” (p. 134)
“ … el 26 de enero (de 1939) las tropas de Franco entraron
en Barcelona, donde no hubo la menor probabilidad de que se produjera una
segunda edición de la defensa de Madrid. El resultado inmediato del hecho fue
la huída masiva de medio millón de personas aproximadamente, que cruzaron la
frontera francesa. Entre ellos figuraban numerosos dirigentes republicanos que
daban la guerra por perdida.
Tras la caída de Cataluña los acontecimientos se precipitan.
A ello iba a contribuir el estallido de un último conflicto entre los hombres
del Frente Popular, conflicto protagonizado por el coronel Casado que,
aprovechando el malestar existente en la zona del centro, intentó una operación
política de unión de las fuerzas anticomunistas para, desde esa plataforma,
pedir la paz. De esta forma se estaba preparando una nueva guerra civil dentro
de la guerra civil que enfrentó a casadistas y comunistas –apoyados por Negrín-
y que facilitó el triunfo definitivo de Franco. En efecto, la confusión
sembrada por estos enfrentamientos se extendería a todo el territorio
controlado por el Frente Popular, en alguna de cuyas ciudades hubo algo
parecido a una caza de comunistas. De cualquier forma, el plan de Casado
carecía de sentido, dado que Franco exigía la rendición incondicional.
Desde el punto de vista militar, la caída de Madrid (28 de
marzo) y la rápida conquista del Levante mediterráneo fueron los últimos
episodios de la contienda.” (p. 139)
“Siguiendo una larga tradición histórica española que se
remonta por lo menos hasta la guerra de la Independencia, cada
región (o incluso cada provincia y cada localidad) presenció la constitución de
Juntas y Consejos que, a modo de cantones, actuaron de manera virtualmente
autónoma. La inmensa mayoría de tales organismos surgieron a consecuencia del
pronunciamiento mayoritario de las fuerzas de izquierda a favor de hacer la revolución
antes que la guerra. Aróstegui describe la situación creada como una
‘revolución real, respuesta a una contrarrevolución emprendida frente a una
revolución supuesta’ (J. Aróstegui, 1985)” (p. 141)
“… la colectivización de las fábricas, mayoritaria en
Barcelona, Valencia, Madrid y Asturias; de hecho, en el primero de estos
núcleos urbanos, las tres cuartas partes del sector manufacturero estaba
controlado por la CNT,
a menudo con participación de la
UGT.” (p. 142)
“… a todo lo largo de la contienda se mantuvo el
enfrentamiento entre las fuerzas políticas que integraban el Frente Popular en
lo relativo a dos cuestiones clave: la formación de un ejército regular y la
realización o no de la revolución social, aspecto este último al que se ha
aludido en el apartado anterior. Los dos polos extremos al respecto estaban
constituídos por el partido comunista y el anarcosindicalismo; entre las
posiciones de ambos, los demás grupos políticos adoptaron actitudes más
matizadas. Para los comunistas, en efecto, lo esencial era ganar la guerra, lo
cual era profundamente coherente con la situación de España en aquellos
momentos y les hizo ganar afiliados y simpatizantes. Pero este rápido
crecimiento y el sectarismo del partido motivaron una creciente antipatía de los
demás componentes del Frente Popular. En el extremo opuesto, los anarquistas
creían que la sublevación había creado las condiciones objetivas para el
estallido de la revolución; guerra y revolución, por tanto, debían ser dos
procesos simultáneos e interpenetrados.” (p. 143)
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