viernes, 22 de abril de 2016

Tortella, G. (2006) Los orígenes del siglo XXI Madrid: Ed. Gadir

1era Guerra Mundial

“Ambos contendientes calcularon que la guerra sería breve; pero, tras una serie de duros enfrentamientos y un punto muerto en 1915, a finales de ese año y en 1916 hubo una serie de cambios políticos de alcance. El primer acontecimiento de gran trascendencia política, sin embargo, había tenido lugar inmediatamente después de declararse la guerra en el verano de 1914. Los partidos socialistas en los países beligerantes apoyaron a sus gobiernos, rompiendo así con la solidaridad internacionalista a la que se habían comprometido en varios congresos internacionales. Especialmente importante fue la famosa declaración de los socialistas alemanes a favor de la defensa de su país y en apoyo de los planes del gobierno para financiar la guerra el 4 de agosto de 1914, que provocó una escisión en el propio partido (de Rosa Luxemburgo y otros izquierdistas) y una fuerte condena por parte de la extrema izquierda europea, en particular de Lenin, que publicó su famosa diatriba contra el ‘renegado Kautsky’. Esta decisión de los socialistas alemanes les proporcionó ventajas que pronto se convertirían en permanentes, ya que gracias a ella adquirieron una respetabilidad a los ojos del público y de los grupos gobernantes de la que antes habían carecido. Esto fue un paso importante en su camino al poder. Aunque no entraron en el gobierno, los socialistas pasaron a formar parte del apoyo parlamentario al gobierno alemán desde el comienzo de la guerra.
Algo parecido ocurría en el bando opuesto. En un encuentro entre socialistas almenajes y franceses en julio de 1914, para determinar una actitud común ante la inminencia del estallido, pronto se echó de ver que tanto unos como otros se inclinaban por apoyar lo que consideraban la defensa de su país. El socialismo europeo se escindió siguiendo las fronteras nacionales y, en sus respectivos países, los partidos políticos establecidos, que en la paz se habían esforzado por excluirlos del poder, durante la guerra hicieron esfuerzos en el sentido opuesto; en el de atraerlos al gobierno para que compartieran las decisiones difíciles e impopulares que todo esfuerzo bélico conlleva y para obtener así el apoyo de los trabajadores y soldados a quienes representaban. En Inglaterra, el jefe liberal, Hebert H. Asquith, amplió su gobierno en 1915, en el que entró, por primera vez en la historia inglesa, un laborista, Arthur Henderson; a finales de 1916, Lloyd George, tras reemplazar a Asquito al frente de los liberales, formó un gobierno de concentración nacional en el que incluyó a tres socialistas, con Henderson en el restringido y decisorio gabinete de guerra; en Francia, René Viviani, ex socialista, incorporó a su gobierno, nada más comenzar las hostilidades, a varios socialistas. Más tarde, Aristide Briand (otro ex socialista) formó un gobierno de coalición en octubre de 1915. En 1917 Georges Clemenceau, el viejo radical, accedió a la jefatura de lo que se llamaría ‘el gobierno de la victoria’. En Alemania, en 1917, el káiser, ante la presión socialista, anunció la introducción del sufragio universal en Prusia, uno de los puntos programáticos de la izquierda.” (238, 239)

“… cambió la actitud hacia el trabajo de la mujer: ellas sustituyeron en fábricas y oficinas a los hombres que habían marchado al combate, demostrando su capacidad y haciendo que los movimientos de reivindicación femenina ganaran legitimidad a los ojos del público. La frecuente alianza del movimiento feminista con los partidos de izquierda sin duda contribuyó a aumentar la respetabilidad del feminismo a medida que la ganaban los socialistas. Una de las más importantes victorias políticas de las feministas fue el sufragio. Las mujeres lo lograron primero en Nueva Zelanda (1893) y Australia (1902); los primeros países europeos donde lo obtuvieron fueron Finlandia (1906) y Noruega (1913). Tras la Guerra Mundial se estableció ya en muchos países, como Canadá y Gran Bretaña (1918), Alemania, Austria, Polonia y Checoslovaquia (1919), Estados Unidos y Hungría (1920), etc.” (240)

Rusia

“… el crecimiento económico de ese país fue fulgurante durante los años que siguieron a la Revolución de 1905, merced sobre todo a las reformas agrarias de Piotr A. Stolypin en 1906 y a que la industrialización había comenzado ya antes gracias a la política de Serguei Y. Witte a finales del siglo XIX. Pero el camino que quedaba por recorrer hasta alcanzar la madurez económica era largo; en vísperas de la guerra el 85% de la población rusa seguía siendo campesina …” (242)

“Los primeros años fueron los más difíciles. El Partido Bolchevique tenía poca representación entre el pueblo ruso, por ser una minoría de revolucionarios profesionales, muy capaces, sí, pero con pocas raíces en el país. La única manera que tenían de mantenerse en el poder era llevando a cabo una política que satisficiera a una fracción mayoritaria de la población, es decir, a los campesinos y a los soldados, grupos que en gran parte se solapaban. De ahí la astuta doble iniciativa de Lenin: de una parte, proclamó la llamada smichka, es decir, la unidad de los obreros y los campesinos; de otra, prometió la paz.
La smichka implicaba el principio de ‘la tierra para quien la trabaja’: era la reforma agraria ‘burguesa’, que no abolía la propiedad, sino que la distribuía entre los pequeños agricultores. Esto era lo que ansiaban los campesinos rusos desde tiempo inmemorial. La reforma de Stolypin había abolido los nexos feudales y comunales, pero no había efectuado una redistribución de la tierra. La smichka dio lugar a una situación caótica en el campo, pero brindó a los bolcheviques un apoyo campesino que duró varios años.” (245)

“¿cómo se explica que el gobierno comunista fuera capaz de ganar la guerra civil y salir de ella fortalecido? Hay tres respuestas fundamentales: de un lado, la extraordinaria capacidad, unida a una voluntad implacable, del puñado de bolcheviques que constituían el gobierno; de otro, el apoyo campesino a los comunistas, no porque compartieran sus doctrinas, sino porque les habían dado acceso a la propiedad de la tierra y habían puesto fin a la guerra contra Alemania; los campesinos no luchaban por el comunismo, sino, muy al contrario, por conservar en paz la propiedad de sus tierras recién adquiridas; y, por último, el sentimiento antizarista de la mayoría de la población, que identificaba, no sin razón, a los ‘blancos’ (quienes combatían a los ‘rojos’) con el odiado régimen autocrático zarista.” (247, 248)

“Otro legado de Lenin a la Unión Soviética y al mundo fue la III Internacional. El desencanto de la extrema izquierda con los partidos socialdemócratas a raíz de su colaboración en la Gran Guerra hizo que desde muy pronto pensaran Lenin y los suyos en crear una III Internacional (la I, la de Marx, duró sólo unos pocos años; la II, fundada en 1889 por Engels, es la Internacional socialdemócrata). La ocasión de fundar la Internacional Comunista llegó en 1919; la Comintern, la III Internacional, agrupo a los recién nacido partidos comunistas, generalmente alas izquierdas escindidas de los partidos socialistas. Con sede en Moscú, fue un instrumento clave en la política exterior de la Unión Soviética, ya que el peso relativo del Partido Comunista Ruso, con el gobierno de la Unión Soviética detrás, era infinitamente mayor …” (253)

Período entre guerras

“Alemania no llegó a ser invadida por los aliados y su capital físico apenas se vio afectado. Sin embargo el esfuerzo bélico dejó a su economía en situación crítica. La guerra había sido financiada con deuda pública, en parte colocada en el banco central a cambio de papel moneda. La suspensión de la convertibilidad oro del marco había permitido un gran aumento de la circulación monetaria, que, unido a las escaseces, provocó fuertes alzas de precios y empobreció a grandes sectores de la población. Aunque la inflación se moderó en los años siguientes a la guerra, la situación se complicó extraordinariamente por el problema de las reparaciones fijadas por los aliados en el tratado de paz que siguió el armisticio y que más adelante veremos.” (257)

Keynes (1963) Essais in persuasión
“Movido por una engañosa demencia y un desconsiderado egoísmo, el pueblo alemán destruyó los fundamentos sobre los que vivíamos y construíamos. Pero los representantes de los pueblos francés y británico están a punto de completar la ruina que Alemania empezó, por medio de una paz que, si se lleva a efecto, atacará aún más, en lugar de reparar, la organización compleja y delicada, ya debilitada y destrozada por la guerra, que los pueblos de Europa necesitan para trabajar y vivir.” (258)

“El tratado de Paz de París tuvo una serie de subtratados: Saint-Germain con Austria, Trianon con Hungría, Sèvres con el Imperio otomano, Neully con Bulgaria, Versalles con Alemania. Los términos fueron muy duros para Alemania. Para empezar, la elección del Palacio de Versalles para presentar a Alemania las condiciones de paz no era en absoluto casual. Fue en Versalles, en el mismo salón de los espejos en que se firmó el tratado, donde cuarenta y siete años antes, tras derrotar a Francia, se había proclamado el nuevo Imperio Alemán y se habían dictado unas durísimas condiciones de paz al humillado rival, con una fuerte indemnización en metálico al vencedor y la cesión de Alsacia-Lorena. Evidentemente, Georges Clemenceau, el anciano primer ministro francés, a quien llamaban El Tigre por su implacable energía, estaba decidido a que Francia se cobrara una doble factura: el desquite largamente debido de la guerra Franco-Prusiana, y las cuentas de la Gran Guerra. El premier inglés, Lloyd George, había ganado la llamada ‘elección kaki’ prometiendo a los electores que Alemania pagaría la factura de la guerra. Las otras dos delegaciones, la estadounidense y la italiana, no se opusieron a la actitud vengativa de sus aliados. De modo que los reunidos en Paris no tardaron en ponerse de acuerdo en que Alemania, siendo la gran responsable de la guerra, debía pagar unas enormes reparaciones. La comisión creada al efecto actuó en virtud de las instrucciones que le daban los gobiernos y, por lo tanto, estableció unas cifras fuera de toda proporción: unos 33.000 millones de dólares, cuatro veces por encima de lo que los economistas creían posible.
La capacidad de pagar de un país es algo extraordinariamente elástico. Estrictamente hablando, Alemania hubiera podido pagar más de lo que se le exigía; se ha dicho incluso que, proporcionalmente, la reparación que Alemania había exigido y obtenido de Francia en 1871 era mayor; pero los aliados olvidaban que, en las circunstancias del momento, las cifras que se exigían a Alemania eran excesivas. En primer lugar, Alemania estaba económicamente postrada tras el esfuerzo bélico, y su capacidad productiva muy dañada por la guerra, la inflación, las confiscaciones y las amputaciones territoriales impuestas por los propios aliados; en segundo lugar, para efectuar los pagos que se le exigían, Alemania necesitaba alcanzar una serie de superávits en su balanza de pagos, normalmente en su balanza comercial, para poder transferir el excedente a sus acreedores. Sin embargo, el problema para lograr ese superávit en la balanza comercial y de servicios radicaba, de un lado, en que la capacidad productiva de Alemania estaba muy dañada; y de otro, en que los aliados elevaban sus barreras arancelarias para evitar precisamente la competencia alemana.” (258, 259)

“La respuesta inmediata de Alemania a las reparaciones exigidas en Versalles fue la protesta, la morosidad en los pagos y el recurso al impuesto inflacionario (es decir, financiar el déficit presupuestario recurriendo a la deuda pública, pero la tendencia inflacionista se vio reprimida por los controles de precios. Al acabar la guerra y relajarse los controles, los precios siguieron subiendo, pero no de manera explosiva. Probablemente, de no haber sido por la inestabilidad política y la cuestión de las reparaciones; Alemania hubiera conseguido estabilizar el marco poco después de la guerra, como muchos esperaban. Pero ante las dificultades políticas se recurrió de nuevo a la creación de dinero fiduciario para financiar el déficit presupuestario (el gobierno temía aumentar los impuestos por la impopularidad que ello le acarrearía) y para pagar las deudas internacionales. Ello hizo que la inflación se agudizara en 1921 y 1922, de modo que, en el verano de este último año, Alemania pidió oficialmente una moratoria en el saldo de su deuda internacional. En respuesta, el gobierno francés, secundado por el belga, decidió invadir la cuenca del Ruhr, rica y cercana, para incautarse directamente de su producción y resarcirse con ella de lo que se le debía. La respuesta alemana fue la resistencia pasiva: los trabajadores del Ruhr dejaron de producir para no recompensar la invasión, pero lo hicieron con la complicidad del gobierno alemán, que siguió pagando sus sueldos. El déficit presupuestario se multiplicó y el gobierno siguió financiándolo inflacionariamente: los precios alcanzaron cifras astronómicas y el marco, ya muy devaluado, se vino abajo completamente.
La hiperinflación alemana de 1923 alcanzó tales magnitudes que se encuentra en todos los libros de texto y ha sido estudiada como fenómeno único por infinidad de economistas e historiadores. Basten unas pocas cifras: el índice de precios se multiplicó por 270 millones entre enero y noviembre de 1923; durante el año anterior se había multiplicado por 76, lo que tampoco es ninguna tontería, porque implica una inflación anual del 7600%. En 1914, 4,2 marcos equivalían a un dólar; a mediados de 1922, para comprar un dólar hacían falta 500 marcos: se había por tanto devaluado la moneda alemana con respecto a la estadounidense en esos ocho años en cerca de un 12000%. Pues bien, en noviembre de 1923, un dólar valía 4,2 billones de marcos. El sistema monetario había dejado de funcionar en Alemania. Fue precisamente en noviembre de 1923 cuando tuvo lugar la estabilización de la moneda alemana (…) También fue entonces cuando Hitler trató de hacerse con el poder por medio del putsch de la cervecería en Munich.” (260, 261)

Período entreguerras
“Tanto en los países que habían sido beligerantes como en los que no, las organizaciones obreras accedieron a parcelas cada vez más amplias de poder, por medio de un aumento de la representación parlamentaria de los partidos socialistas (gracias casi siempre a la introducción del sufragio universal) y de un reconocimiento de los sindicatos como los representantes legítimos de los trabajadores en el mercado laboral. Esta reordenación de fuerzas políticas se reflejó en un avance muy perceptible de la legislación social y laboral.” (268)

“El ritmo del cambio en Estados Unidos fue diferente. Allí las transformaciones sociales e institucionales que tuvieron lugar en los países europeos en los años veinte se aplazaron hasta los treinta. En Estados Unidos el Partido Socialista era testimonial, y el mayor sindicato (la American Federation of Labor, AFL), claramente antisocialista. Varios factores hacen que la situación estadounidense sea muy diferente de la europea. En primer lugar, la clase obrera americana tenía un fuerte componente de inmigrantes cuyas diferencias étnicas y culturales hacían difícil la unidad de acción propia de un sindicato. Por otra parte, se trata de un país muy extenso, con lo que era más difícil organizar a escala nacional. En tercer lugar, predominaba en Estados Unidos una mentalidad individualista y optimista, uno de cuyos principios era que el trabajador honesto y capaz podía alcanzar las cimas de la pirámide social o, al menos, tenía asegurado un nivel de vida más que digno. Esta idea formaba y forma parte del mítico ‘sueño americano’. En cuarto lugar, los salarios y el nivel de vida general en Estados Unidos eran mucho más altos que en Europa. (…)
Por todas estas razones, en Estados Unidos, donde regía el sufragio universal masculino (si bien con fuertes limitaciones, especialmente raciales, en el Sur) desde la fundación del país, los votantes estaban volcados hacia los partidos tradicionales (demócratas y republicanos) que, por otra parte, tenían una proverbial latitud ideológica que podía dar cabida a una mentalidad laborista reformista. En estas condiciones, el Partido Socialista Americano (PSA), fundado en 1901 con la intención de reproducir a sus homónimos europeos, fue siempre muy minoritario. Durante la Guerra Mundial, mientras el PSA se opuso a la guerra (Estados Unidos entró del lado de los aliados en abril de 1917), la AFL apoyó al gobierno (como hicieron los sindicatos en casi todos los países beligerantes), aunque de poco le sirvió en la posguerra, porque si la reacción antibolchevique produjo un reflujo hacia la derecha en Inglaterra y Francia, el fenómeno palidece ante la histeria que se produjo en Estados Unidos, conocida por los historiadores como el ‘miedo a los rojos’ (red scare) de 1919. Los peores excesos de la extrema derecha conservadora tuvieron lugar en Estados Unidos entonces. Desde linchamientos de supuestos extremistas, hasta la deportación de inmigrantes extranjeros pretendidamente subversivos a Finlandia en la llamada ‘arca soviética’; el exceso más conocido fue la condena a muerte de los anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti por un delito que muy probablemente no había cometido. Aunque la histeria colectiva fue cediendo más tarde, el ambiente de los veinte fue muy poco propicio para una reforma semejante a la que estaba teniendo lugar en Europa por entonces. La afiliación sindical declinó durante el período.
Al desprestigio de la izquierda contribuyó la prosperidad de los ‘felices años veinte (the happy twenties) estadounidenses.” (271- 273)

“… el período de entreguerras contempló el inicio de un proceso socioeconómico que ha sido característico del siglo XX: el aumento del gasto público en general y del gasto social (pensiones, seguro de desempleo, salud, educación y vivienda social) en concreto. Para una muestra de 17 países (doce europeos occidentales más Estados Unidos, Canadá, Japón Australia y Nueva Zelanda9 recogida por Tanzi y Schuknecht, si el gasto público hacia 1870 estaba en torno al 11% del PIB, en 1913 estaba en el 13% y en 1937 en el 23%. El aumento había sido de diez puntos porcentuales en 24 años. Por supuesto, tras la II Guerra Mundial, el crecimiento sería mucho mayor, hasta alcanzar un 46%, exactamente el doble que en 1937, en 1996. Con gran diferencia, el mayor componente de este crecimiento ha sido ‘el aumento de gasto social para la expansión de las actividades del Estado de Bienestar” (273)

“Cuando, después de la Gran Guerra, se planteaba en Europa el problema de restaurar el sistema monetario, las dificultades fueron considerables. En la base de todas ellas estaba el hecho de que la inflación bélica hubiera disminuído el poder adquisitivo de las monedas y, además que esta disminución hubiera sido diferente en unos países y otros, por lo cual los tipos de cambio no eran los mismos que antes. Volver al sistema exactamente en las mismas condiciones que en la preguerra implicaba un esfuerzo deflacionario que se estimaba políticamente muy costoso; sin embargo, como la inflación no había afectado a todos los países igualmente, algunos, como Inglaterra, pensaban que la vuelta a la paridad (la relación oro-libra esterlina) de preguerra era posible; otros, en cambio, la veían virtualmente imposible.
(…)” (275)
Para muchos el cambio de paridades era no sólo peligroso, sino inmoral, porque los europeos se habían acostumbrado a vivir con una seguridad inmutable basada en el sagrado valor del oro y la moneda. Ofrecer a los europeos de la posguerra menos oro por sus billetes era considerado una especie de estafa por parte de los poderes públicos, una frustración del deseo profundo de los ciudadanos de recuperar el valor pleno de sus ahorros. Si el sistema del patrón oro había funcionado tan bien, se pensaba, era por su inmutabilidad, de la que se derivaba su credibilidad. Si se modificaban las paridades de preguerra, ¿quién aseguraba a ahorradores e inversores que no volverían a modificarse, que no se convertiría lo inmutable en mutable? El público había aceptado los billetes de banco porque sabía que eran convertibles a voluntad en una determinada cantidad de oro: si esa equivalencia se modificaba hoy, podría modificarse también en el futuro; lógicamente, el público desconfiaría de los billetes y preferiría atesorar oro. Estos temores sin duda resultaron exagerados, porque el público se había ha acostumbrado a los billetes inconvertibles. Pero las ventajas de la inmutabilidad del valor del dinero parecían evidentes.
Otro aspecto del problema, donde también se aunaban las cuestiones de moralidad y de riesgo, era el de la competencia desleal. Si unos países restablecían la convertibilidad por debajo de la paridad de preguerra, serían más competitivos internacionalmente que los que la restablecieran a la antigua paridad, y ello entrañaría un doble sacrificio para estos últimos, que deberían rebajar aún más sus precios y salarios para poder competir con los que habían rebajado sus monedas. La justeza de este temor se vio confirmada por los problemas que tuvo Inglaterra a partir de 1925.
Tratado de encontrar solución a estas cuestiones se convocó una serie de conferencias monetarias durante la posguerra. La Conferencia de Génova en 1922 se ha citado siempre como la que consagró el patrón de cambios oro. Un país practica el patrón de cambios oro cuando admite como base monetaria (es decir, como activo justificativo de la emisión de papel moneda) no sólo el oro, sino las divisas convertibles en oro. Fue común durante la belle époque que ciertos países trataran la libra esterlina como oro en el cómputo de la base monetaria sobre la que emitían billetes sus bancos emisores. Al fin y al cabo, ¿Qué más daba tener libras en la caja del banco emisor o tener oro? El admitir las libras como base monetaria simplemente evitaba el engorro de tener que enviarlas para su conversión a Inglaterra y efectuar el transporte del oro desde Inglaterra al país en cuestión.
Otra variedad de patrón oro también muy empleada en el período de entreguerras fue el llamado ‘patrón pintores oro’; según este sistema, la convertibilidad oro de los billetes del banco central se mantenía, pero sólo para cantidades muy grandes (lingotes), es decir, solamente para unos pocos operadores. De esta manera se evitaba que el público, en momentos de pánico, se agolpara ante el banco central para transformar sus billetes en oro. Técnicamente, los billetes eran convertibles en oro, pero el metal no se acuñaba ni circulaba.”
(…)
Sin embargo, la resolución de un problema conducía a otro, el peligro del patrón de cambios oro radicaba en que la transmisión internacional de una crisis podría hacerse de manera más rápida, fulminante y peligrosa que con el patrón oro a secas. Veamos cómo: supongamos que la caída del precio del café causara una crisis de confianza en Brasil; los cuentacorrentistas brasileños acudirían a los bancos a convertir sus cruzeiros en oro. Pero el Banco del Brasil no tenía oro, sino escudos; enviaría por tanto a toda velocidad sus escudos a Portugal a que el Banco de Portugal los convirtiese en oro. El Banco de Portugal, a su vez, exigiría la conversión de sus libras en oro en el Banco de Inglaterra para poder pagar en oro al Banco del Brasil. Esto forzaría al Banco de Inglaterra a restringir drásticamente su circulación de billetes, lo cual provocaría una depresión en Inglaterra. Pero lo mismo habría ocurrido en Portugal, que habría visto reducido su encaje por tener que enviar oro a Brasil. De este modo, la depresión de Brasil afectaría a Inglaterra, pasando por Portugal, y tendría grandes probabilidades de transmitirse al resto del mundo, por la baja en las demandas brasileña, portuguesa e inglesa. Esto es, muy simplificadamente, lo que ocurrió durante la Gran Depresión.” (275 – 279)

Alemania
“La impresión que ha predominado tradicionalmente era que los asalariados habían sido los más perjudicados por la inflación, juntamente con los rentistas y los acreedores en general. Sin embargo, la evidencia presentada por Holtfrerich (1986) muestra que los sueldos reales de empleados y trabajadores de cuello blanco sufrieron más durante la inflación que los salarios de los trabajadores manuales en la industria, la construcción y los servicios, y que incluso, en el caso de la construcción, los salarios reales aumentaron. En total, por tanto, fueron los salarios normalmente más bajos los que menos cayeron, de modo que la distribución de la renta mejoró. Esta mejora de la distribución, sin embargo, apenas fue advertida por los beneficiarios, pero sí fue sentida en sus carnes por los perjudicados. Ello contribuiría a explicar la desafección de las clases medias y altas a la República de Weimar, y lo tibio del apoyo de la clase obrera, actitudes que tanto se notaron en especial a partir de 1929 y que tanto contribuyeron a la victoria nazi.” (281)

“Este miedo a la inflación explica la pasividad de los medios financieros alemanes ante la deflación de 1930-1933. Lo mismo puede decirse de los otros países importantes, como Estados Unidos, Inglaterra o Francia, cuyas autoridades monetarias no se atrevieron a seguir políticas anticíclicas en los primeros momentos de la Gran Depresión y que, cuando lo hicieron, las aplicaron de manera tímida e insuficiente. En una palabra, la memoria de la inflación alemana contribuyó a agravar el impacto de la depresión mundial ocho años más tarde.” (281, 282)

“En general, las inflaciones en los países de Europa Occidental fueron, aunque fuertes, menos virulentas que en la mitad Oriental. En algunos de ellos, como Holanda y los países escandinavos, o como la propia Inglaterra, las alzas de precios fueron relativamente moderadas y la vuelta a las paridades de preguerra no parecía algo utópico o arriesgado, aunque requiriera una fuerte medida de deflación.
El patrón oro era el elemento más simbólico de la situación de preguerra y del glorioso pasado de la economía británica, y aquí Inglaterra se encontraba en un dilema. El nivel de precios había subido durante la guerra; aunque después bajó, estaba a mediados de los años veinte aún muy por encima de los niveles de 1913; si Inglaterra adoptaba la paridad de preguerra, es decir, que la libra tuviera el mismo valor en oro que en 1913, ello podría implicar una sobrevaluación de la moneda británica, lo cual encarecería los productos británicos con respecto a los de otros países; la consecuencia sería una tendencia a importar productos extranjeros baratos y grandes dificultades para exportar los sobrevaluados productos ingleses. Ello traería consigo un déficit persistente de balanza de pagos, a menos que funcionase el mecanismo de Hume y los precios y los salarios ingleses bajaran para hacerse competitivos. Ésta fue la opción por la que decidió apostar el gobierno conservador inglés en 1925, con Winston Churchill en el Exchequer (Ministerio de Hacienda). La convertibilidad de la libra se había suspendido en 1915 por diez años, de modo que la decisión de volver a ella, y en qué términos, había de tomarse en 1925.
Las consecuencias fueron las de esperar. Keynes escribió inmediatamente una serie de artículos atacando la decisión con el título de Las consecuencias económicas de Mr. Churchill (Keynes (1963), pp. 244-279) y previendo lo que había de ocurrir. Entretando, la fuerte resistencia de los trabajadores a aceptar reducciones en los salarios y de los empresarios a bajar los precios fue haciéndose sentir. Precios y salarios descendieron, pero la tensión social en Inglaterra en los últimos años veinte fue muy grande y el nivel de paro muy alto. En 1926 hubo una huelga general, que sólo duró nueve días, pero que dejó una secuela de resentimiento y malestar, persistiendo además una larguísima huelga en las minas de carbón. Pese al fracaso de la huelga general, los salarios reales no bajaron lo bastante como para aliviar el déficit de la balanza de pagos. El paro siguió aumentando y el gobierno se vio obligado a ampliar el subsidio de desempleo en 1927. La economía británica llegó a 1929, el inicio de la Gran Depresión, en una situación muy endeble: para pagar a los parados y la seguridad social el gobierno tuvo que endeudarse; la balanza de pagos seguía en déficit; y al venirse abajo la Bolsa de Nueva Cork y dejar de estar disponibles los créditos estadounidenses, el apuro del gobierno británico parecía insoluble.” (284, 285)

“Hacia 1930 prácticamente toda Europa y toda América habían adoptado el patrón oro, y también lo habían hecho importantes países asiáticos u oceánicos como Australia, Nueva Zelanda, filipinas, India y Japón, y los africanos independientes más importantes, como Egipto y la Unión Sudafricana. Países destacados fuera del patrón oro (excluyendo colonias, claro) eran España, china, Turquía y, por supuesto, la Unión Soviética.” (291)

“No se había aún rematado este complicado edificio áureo cuando, en expresión de Condliffe y Eichengreen, aparecieron las primeras ‘grietas en la fachada’. Éstas vinieron causadas, naturalmente, por el inicio de la Gran Depresión, cuyos orígenes y consecuencias se analizan más adelante. Las grietas se convirtieron en un primer y gran boquete el 21 de septiembre de 1931, cuando Inglaterra decidió suspender la convertibilidad oro de la libra. Recordemos que Portugal acababa de proclamar, el 9 de junio de 1931, la convertibilidad oro de su moneda y que España estaba en aquellos momentos planeando adoptarla por primera vez en su historia.
El abandono del patrón oro por Inglaterra fue una decisión histórica, aunque el gobierno en aquel momento anunciara la medida como temporal. En realidad, otros países lo habían hecho algo antes: argentina, en diciembre de 1929; Alemania, desde junio de 1931, había suspendido el patrón oro subrepticiamente al introducir controles de créditos y cambios, aunque en realidad nunca lo abolió formalmente, ni siquiera en el período nazi. Sin embargo, la medida inglesa tuvo trascendencia histórica y alcance mundial porque Inglaterra era aún una primera potencia económica y se la consideraba la patria del patrón oro. Para Inglaterra la decisión fue muy difícil de tomar, y puede decirse que fue una medida in extremis y pretendidamente provisional.
La sobrevaluación de la libra había implicado un calvario para la economía británica desde 1925. La pérdida de oro obligaba al Banco de Inglaterra a subir los tipos de interés y restringir el crédito.” (292, 293)

“La libra cayó en picado a mediados de septiembre y, el día 21, el gobierno dio un decreto suspendiendo el patrón oro. La cotización de la libra cayó un 20% de modo inmediato. Era el principio del fin de este sistema de pagos internacionales.
El abandono del patrón oro por parte de Inglaterra trajo consigo el de la mayor parte de los países de la Commonwealth, como Canadá, Nueva Zelanda, India, más Egipto, Portugal, Grecia, Japón, Colombia, Uruguay, México y los países escandinavos (Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia). Como hemos visto, otros países lo habían abandonado ya. Quedaban, sin embargo, dos importantes bloques monetarios que mantenían la convertibilidad oro: la zona del dólar, aunque muy mermada, pues gran parte de los países americanos ya habían abandonado la convertibilidad, y el bloque del franco, casi coincidente con la antigua Unión Monetaria Latina, y que se llamó, por unos años, el ‘bloque del oro’, porque fueron los últimos en abandonarlo: Francia, Bélgica, Suiza, Holanda e Italia, a los que se añadía Polonia. “ (294, 295)



domingo, 6 de marzo de 2016

1era Guerra Mundial. esquema

1era. Guerra Mundial

  1. Factores
    • Rivalidad entre las grandes potencias por la necesidad de mercados y colonias
    • Crecimiento económica de las burguesías nacionales y su lucha de intereses
    • Intereses financieros norteamericanos
    • Perspectiva militarista de los líderes políticos: “Mi fórmula es siempre la misma. ¿Política interior? Hacer la guerra. ¿Política exterior? Hacer la guerra. Siempre la guerra. He procurado mantener la confianza en nuestros aliados. ¿Nos abandona Rusia? Continúo haciendo la guerra. ¿Es obligada a capitular la desdichada Rumania? Continúo haciendo la guerra y la continuaré hasta el último cuarto de hora … Os aseguro que la justicia hará su obra. El gobierno hará su obra. El gobierno cumplirá con su deber. Proseguirá la guerra hasta la paz victoriosa. Y si hay aquí algunos que estén dispuestos a rechazar los créditos de guerra, ¿Qué lo digan!”. (Discurso de Clemenceau, primer ministro francés, del 8 de marzo de 1918 ante la cámara de diputados). “Si estoy en el comando cuando estalle la guerra dictaré las siguientes órdenes: ‘La esencia de la guerra es la violencia; la moderación en la guerra es una estupidez; golpead primero, golpead fuerte, golpead en todas partes” (Lord John Fisher, Primer Lord del almirantazgo, Inglaterra)
    • Intensificación del nacionalismo
    • Sistema de alianzas: red de alianzas entre potencias europeas (triple alianza –Alemania, Austria-Hungría, Italia; triple entente – Rusia, Reino Unido, Francia) que podía convertir cualquier conflicto en un enfrentamiento generalizado.
    • Incremento del arsenal bélico
    • Conflictividad en los Balcanes (marcada por los contrapuestos intereses políticos y las diferencias religiosas y culturales) y en el Norte de Africa.


  1. Algunos hechos:
    • 28/6/14: asesinato en Sarajevo del Archiduque Francisco Fernando de Austria
    • 1914 – agosto – Alemania invade Bélgica. Japón declara la guerra a Alemania y ocupa un enclave alemán en China.
    • 1915 – Repliegue ruso ante ataque austro-alemán. Alemania ocupa Polonia y Lituania, Austria ocupa Serbia. Bulgaria entra en la guerra junto a las potencias centrales. Hundimiento del transatlántico Lusitania, campaña antialemana dentro de EE.UU.
    • 1916 – Ofensiva alemana en Verdún. Ofensiva franco-británica sobre el Somme.
    • 1917 – Revolución rusa. Octubre: los bolcheviques toman el poder en Rusia, se firma un armisticio entre Rusia y Alemania. Ingreso de EE.UU. a la guerra.
    • 1918 – Tratado de Brest – Litovsk (Alemania-Rusia). Avance aliado en los Balcanes y en el Danubio. Ruptura del frente alemán en Europa Occidental por parte de tropas francesas y norteamericanas. Rendición de Alemania en el marco de una crisis social y política, surge la República de Weimar. Intervención de potencias vencedoras en la guerra civil en Rusia. Wilson (Pdte. de EE.UU.) propone 14 puntos que incluye una respuesta política al avance del socialismo, la creación de la Sociedad de Naciones.
    • 1919 – Conferencia de Paz en Paris donde las potencias vencedoras toman las decisiones (Francia, EE.UU. e Inglaterra; no estaban representados Alemania, Austria, Hungría y Rusia). Tratado de Versalles. Creación de la Sociedad de Naciones.
  2. Algunas características
    • cambia la táctica y la estrategia de la guerra, fundamentalmente debido al avance de la tecnología: - avances en la química (gases tóxicos
      • tanques, perfeccionamiento de la aviación.
    • Apenas se produjo la chispa con el asesinato del archiduque austríaco Fernando en Sarajevo el 28 de junio de 1914, el continente ardió por los cuatro costados. Durante un mes se hicieron esfuerzos para localizar el conflicto, pero, cuando Austria finalmente la guerra a Servia, los países se vieron rápidamente arrastrados uno tras otro a la refriega. En menos de una semana, Rusia había ido en ayuda de su aliada, Servia; Alemania, aliada de Austria, había declarado la guerra a Rusia y a su aliada Francia; las fronteras de los neutrales Bélgica y Luxemburgo habían sido cruzadas por tropas alemanas y Gran Bretaña, garante de ambos países, había entrado en el conflicto Italia se negó a reconocer sus obligaciones de tratado con las potencias centrales, pero posteriormente se alineó con el otro bando, cuando pareció que tendría la oportunidad de satisfacer sus ambiciones irredentistas en el Adriático.
El conflicto, además, no se limitó a ser europeo, ya que casi inmediatamente después de su propia declaración de guerra a Alemania, Gran Bretaña apeló a su aliado, el Japón, y, antes de transcurrido un mes desde la iniciación de las hostilidades en Europa, el teatro de la guerra se extendió al Pacífico. Antes de que la guerra terminara, las zonas de combate incluyeron también el Mediterráneo oriental, el Golfo Pérsico, las costas orientales y australes de Africa y la amplitud del Atlántico.
Los planes de todos los estados mayores se habían basado en una guerra corta. Pero las nuevas armas habían hecho la defensa demasiado fuerte para una rápida victoria y, al cabo de unas pocas semanas, la guerra quedó estancada en un largo empate que no fue roto en casi cuatro años. A medida que se prolongó, se convirtió en una lucha cada vez más de pueblos y recursos económicos y cada vez menos de ejércitos y armadas. La guerra submarina con la que los alemanes trataron de imponerse a la inmensa superioridad de la armada británica destruyó flotas mercantes que transportaban alimentos y suministros industriales; el bloqueo de los puertos alemanes privó a la economía de Alemania de esenciales materias primas. Entretanto, las bajas que causaron los repetidos esfuerzos por salir del estancamiento alcanzaron dimensiones impresionantes”. (Ware, Pannikar, Romein Historia de la Humanidad. Desarrollo cultural y científico. El siglo XX.)
    • Desarrollo de la propaganda
    • Inglaterra – hegemonía del mar
    • Principales frentes de guerra: frente occidental (fronteras de Bélgica, Francia y Alemania), los Balcanes (Serbia, Rumania y Grecia con apoyo inglés, francés y ruso contra Austria, Hungría, Turquía y Bulgaria con el apoyo alemán), Cercano Oriente (en Siria, Arabia y Palestina se enfrentaron turcos e ingleses), frente oriental (Rusia con Alemania y Austria-Hungría), frente alpino (Austria-Italia), colonias en Africa (Alemania- Francia e Inglaterra), colonias en el Pacífico (Alemania-Japón).
    • Guerra de trincheras. “Nunca los hombres habían tenido que soportar tan duras circunstancias como los combatientes de esta guerra, sobre todo a partir del momento en que los frentes se estabilizan. Inmóviles en las líneas avanzadas en invierno 1914-1915, en trincheras más o menos profundas, expuestos sin protección alguna no sólo a los bombardeos y a los golpes de mano sino también al frío y a la lluvia, mal abastecidos, devorados por los piojos, víctimas del sueño a causa de las guardias, los soldados viven hundidos en el barro: ‘los hombres que he visto regresar esta mañana eran sólo montones de barro’ escribió el general Maestre después de un ataque.” (Crouzet, M. Historia General de las Civilizaciones. El mundo contemporáneo)
    • Los tanques que al principio se tomaron en broma, resultan un arma terrible. Vienen blindados, rodando en una larga fila. Más que otras cosas, representan para nosotros el horror de la guerra. No vemos los cañones que nos hacen fuego graneado; las líneas del adversario se componen de hombres como nosotros: pero esos tanques son máquinas, sus cadenas corren sin fin, como la guerra; son el exterminio cuando ruedan, implacables, por dentro de los embudos, cuando suben y bajan sin posibilidad de detenerlos. Flota de acorazados que surgen, que vomitan humo. Bestias de acero, invulnerables, que trituran cadáveres y heridos… Nos hacemos pequeñitos ante ellos, dentro de nuestra delgada piel, ante el empuje tremendo, nuestros brazos son como canutillos de paja; nuestras granadas de mano se convierten en fósforos.
Granadas. Vaho de gases asfixiantes. Flotillas de tanques… Ser triturados, corroídos, muertos…
Disentería. Gripe. Tifus… Ahogarse, arder, morir…
Trinchera, hospital. Fosa común… No hay otras posibilidades.” (Remarque, E. Sin novedad en el frente)
    • Estaremos en casa para Navidad” Guillermo II en agosto de 1914
    • Cavour (Italia): “Si procediera como persona como tenía que proceder como político, sería el más despreciable del mundo.”
    • Moltke (General alemán): “… la guerra es uno de los medio que se vale Dios para el progreso”.
    • Los Estados en guerra establecen la planificación económica abandonando algunos mecanismos liberales que habían predominado hasta ese momento.
    • Economía de guerra. “La Primera Guerra Mundial alteró drásticamente la vida económica de los países beligerantes y de los neutrales. Lo repentino del conflicto y la creencia de que su duración sería breve hicieron que las potencias de ambos bloques entrasen en él sin adecuar sus economías a las nuevas condiciones.
La movilización masiva de combatientes, la utilización de los transportes para el traslado de tropas y material bélico y la prioridad otorgada de modo bruso a la producción de equipo de guerra ocasionaron graves trastornos a las economías nacionales.
A ello se unió el bloqueo aliado a las Potencias Centrales y la guerra submarina desatada por Alemania como respuesta. El bloqueo marítimo aliado de los puertos enemigos forzó el establecimiento paulatino de un régimen autárquico e intervencionista en la Europa central.
El cierre de las rutas navales y terrestres hacia Rusia creó gravísimas dificultades al Estado zarista y contribuyó a precipitar los acontecimientos revolucionarios de 1917. La guerra submarina entorpeció considerablemente el suministro de productos a las industrias franco-británicas.
Todo ello produjo una bajada continua en la producción industrial y agraria de los países en guerra. La escasez de subsistencia obligó al racionamiento de productos de primera necesidad. La prioridad concedida al esfuerzo de guerra aconsejó un mayor control de la actividad económica por parte de las administraciones. Los cuantiosos gastos ocasionados por el conflicto llevaron a los contendientes a contraer enormes deudas con terceros países.” (Gil, J. La I Guerra Mundial. Cuadernos de historia. F. 9)
    • Financiación de la guerra: préstamos de EE.UU., emisión de billetes por Bancos nacionales (provocando inflación), préstamos interiores.
    • Desabastecimiento en los países en guerra.
    • Economía y sociedad durante la guerra: “Por su parte, la retaguardia vive en condiciones difíciles. Se ve afectada por los bombardeos aéreos y por las consecuencias directas o indirectas del bloqueo y la guerra submarina.
La escasez de trabajadores ha obligado a acudir a los obreros extranjeros y también a la mano de obra femenina; las mujeres tornean los obuses en las fábricas, y trabajan los campos junto con los viejos y los niños. Los salarios han sido aumentados de manera desigual, según las industrias; en Inglaterra y Francia los sindicatos colaboran con el gobierno, pero los precios suben y el poder adquisitivo disminuye. Los gobiernos adoptan el racionamiento; desde 1916, Alemania decreta la mezcla de la harina con un 35% de fécula de patata para elaborar el Kriegsbrot (pan de guerra), cuya ración semanal es de 1700 gramos, más 280 gramos de carne y 90 gramos de manteca; la leche se reserva para determinadas categorías de consumidores, y se ponen a la venta sucedáneos del aceite y de la miel; en 1918, después de las pésimas cosechas de 1916 y 1917, la ración diaria pasa de 220 gramos de harina a 116, a 18 gramos de carne y a 7 de manteca. La insuficiencia de grasas y el consumo de alimentos poco nutritivos, la falta de jabón y de antisépticos favorecen las epidemias; de este modo, al lado de una natalidad reducida en un 40 %, la mortalidad de la población civil se eleva en un 14% en 1916, y en un 37% en 1918.” (Crouzet, M. ob. Cit)

  1. Tratados:
    • Tratado de Versalles (28/6/19): Regula la paz con Alemania. Francia recupera Alsacia y Lorena, se reconstruye Polonia, Alemania pierde territorio con Bélgica, Dinamarca; las colonias alemanas quedan sujetas a la Sociedad de Naciones; reducción del ejército alemán, de su material de guerra y se suprime el servicio militar obligatorio en este país; los aliados ocupan el Rhin; Alemania debe pagar indemnizaciones por la destrucción material; los gobernantes alemanes quedan sujetos a tribunales.
    • Tratado de Saint Germain (10/9/19): reducción territorial de Austria.
    • Tratado de Neully (27/11/19): reducción de Bulgaria.
    • Tratado de Trianón (4/6/20): reducción de Hungría.
    • Tratado de Sèvres (10/8/20): reducción de Turquía.

  1. Consecuencias.
    • ”En febrero de 1916, en Verdún, en el espacio de 12 horas cayeron un millón y medio de balas de cañón: alteraron la topografía del terreno, hasta arrasar colinas y rellenar valles. La cantidad de bajas fue en proporción: en los ataques y contra ataques para tomar y defender Verdún pereció medio millón de combatientes por cada lado.”
    • Los tratados de Paz fueron una imposición de los vencedores imponiendo la concepción de naciones buenas (los vencedores) y naciones malas (derrotados)
    • Nuevo reparto territorial: se crea Yugoslavia (favoreciendo a Serbia), reducción territorial de Austria y de Alemania, surgen Finlandia, Estonia, Lituania, Letonia y Polonia tomando en cuenta las nacionalidades en Europa oriental.
    • 8700000 de muertos, 7500000 europeos.
    • Merma de nacimientos.
    • Destrucción material: tierras, vías férreas, viviendas, minas, puentes.
    • Desocupación y hambre.
    • Agitación social, levantamientos populares en varios países afectados.
    • Por la reconversión de la industria hacia la guerra: descuido de otras industrias, déficit presupuestal, incremento de la deuda pública.
    • Crisis financiera.
    • Devaluaciones.
    • La guerra de 1914-1918 fue un conflicto en el que la economía desempeñó un papel determinante. Las principales potencias industriales y financieras del mundo se enfrentan en ella; con sus compras dieron salida a la producción de todos los países neutrales abiertos al comercio, acentuando así el aspecto mundial de la conflagración. La victoria sonrió, a fin de cuentas, a los que pudieron alimentar y armar a un mayor número de hombres, y los desquiciamientos subsiguientes fueron tanto políticos como económicos. Surgieron de repente formas particulares de funcionamiento de los engranajes económicos, esto es, una ‘economía de guerra’. La industria privada fue reemplazada por la dirección gubernamental de la actividad económica y el estado favoreció el endosamiento de los gastos de guerra. ¿cuáles fueron las consecuencias económicas de esta guerra? La más conocida fue el debilitamiento de la producción y de los intercambios de Europa en beneficio de los Estados Unidos. Más globalmente hay que preguntarse si la guerra únicamente retrasó algunos años el crecimiento económico del mundo o si además provocó los graves desequilibrios que volverían a surgir en la década de los treinta.” (Morsel, H. Guerra económica y economía de guerra en Leon, P. Historia económica y social del mundo. Guerras y crisis 1914-1947.)
    • Ascenso de EE.UU. y Japón.
    • Creación de la Sociedad de Naciones.


La perspectiva de Fontana

Fontana, J. (2017) El siglo de la revolución. Una Historia del mundo desde 1914. Barcelona: Ed. Planeta.

Cap. 1 LA GRAN GUERRA (1914-1918)

"La paz que reinaba en Europa a comienzos de 1914 estaba cargada de amenazas que derivaban de una compleja dinámica de tensiones y enfrentamientos entre las grandes potencias: pugna en los Balcanes entre Austria-Hungría y Rusia por apoderarse de los territorios europeos del Imperio otomano (en la que también participaban, por su propia cuenta, Serbia, Bulgaria, Rumania y Grecia); enfrentamiento en África entre Alemania, Francia y Gran Bretaña por el dominio de las colonias (Alemania había llegado tarde al reparto del mundo: en 1900 los británicos tenían 367 millones de súbditos coloniales y los franceses 50 millones, mientras que los alemanes apenas llegaban a 12, menos que los holandeses o los belgas); deseo de revancha de Francia, a la que la derrota ante Prusia en 1870-1871 le había dejado una herida permanente...
En todas partes, además, los gobiernos veían con temor el desarrollo del movimiento obrero y el ascenso de los partidos socialdemócratas que los representaban en los parlamentos. Alarmado ante la revolución rusa de 1905, el emperador alemán -el Káiser, como se le llamaba- había escrito a Bernhard von Bülow, que era entonces su canciller, o sea, su jefe de gobierno: 'Antes que nada hay que acabar con los socialistas, decapitarlos e impedir que puedan perjudicar, aunque sea por medio de matanzas. Y después hacer una guerra exterior. Pero no antes y no enseguida'.
Que hubiese de acabar habiendo una guerra parecía seguro. En espera de que estallara las potencias europeas se habían agrupado en dos grandes bloques defensivos: la Triple Alianza (Austri-Hungría, Alemania e Italia) y la Triple Entente (Francia, Rusia y Gran Bretaña), y todas se preparaban para un futuro enfrentamiento en una fecha imprevisible." (15)


"Las dimensiones de los ejércitos, que llegaron a movilizar en total a 74 millones de hombres, daban lugar a nuevas exigencias de aprovisionamiento y logística: la necesidad de transportar, alojar, alimentar y armar a millones de combatientes, que no podían mantenerse sobre el terreno como los ejércitos del pasado, obligó a un enorme esfuerzo colectivo, en especial en el terreno de la producción industrial, que había de responder a la demanda de un número cada vez mayor de armas y proyectiles para el desarrollo de operaciones militares de una gigantesca envergadura.
La tecnología y la organización del aprovisionamiento estuvieron a la altura de las necesidades, no así la competencia de los militares. Cuando comenzó el conflicto hacía un siglo que no había habido ninguna gran guerra global en Europa. Los militares se había acostumbrado entre tanto a las fáciles victorias en las guerras coloniales que condujeron a la conquista del mundo por los imperios europeos, gracias a la superioridad que les proporcionaban las nuevas armas -una sola ametralladora igualaba la capacidad de fuego de cuarenta a ochenta hombres con fusiles-, que resultaban de una brutal eficacia contra ejércitos indígenas equipados con armas primitivas. Los militares europeos no estaban preparados, en cambio, para enfrentarse a un enemigo que dispusiera de estas armas modernas, a las que en el curso del conflicto se añadieron todavía los aviones, los tanques y los gases tóxicos." (20, 21)


"... el peor de los rasgos de esta guerra, que los soldados no tardarían en descubrir, fue el desprecio por las vidas humanas por parte de unos jefes a quienes no importabamandar a sus hombres a la muerte para conseguir los éxitos personales que esperaban obtener de una victoria. El primer ministro británico, Lloyd George, le dijo en diciembre de 1917 a C. P. Scott, un periodista del Manchester Guardian: 'Si la gente supiese (la verdad), la guerra se detendría mañana mismo. Pero, por supuesto, ni la saben ni deben saberla". (22)


1915 – frente occidental inmovilizado
- entente convence a Italia de ingresar de su lado a la guerra (con la promesa de territorios de Dalmacia y Eslovenia). El ingreso de Italia sólo sirvió para distraer ejércitos austríacos que hubieran combatido con los rusos.

"El año en que comenzó a cambiar el curso de la guerra fue 1916. El aumento del reclutamiento por parte de británicos y rusos, y la entrada de Italia al lado de la Entente desequilibraron las fuerzas armadas de los dos bandos, con 356 divisiones de la Entente contra 289 de los imperios centrales. Habían aumentado también el volumen de la producción de armas y municiones por parte de franceses y rusos, a lo que se agregaban las grandes cantidades de armamento que la industria de Estados Unidos proporcionaba a Gran Bretaña y Francia." (27)


"Haig tuvo la desvergüenza de decir que la batalla del Somme había sido un éxito, porque había desgastado al enemigo. A. J. P. Taylor opina, en cambio, que fue un rotundo fracaso y, sobre todo, un desengaño: 'El idealismo murió en el Somme. No hubo ya más voluntarios llenos de entusiasmo. Habían perdido la fe en su causa, en sus jefes, en todo excepto en la lealtad hacia sus camaradas de combate'. Uno de los supervivientes afirmaba: 'Los generales que ordenaron, planearon y dirigieron este criminal asesinato en masa fueron ascendidos, condecorados y más adelante ennoblecidos, en lugar de ser llevados a un tribunal y severamente castigados, en unión de los políticos que les habían incitado'. En 1976 un oficial que había vivido la batalla concluía tajantemente: 'El Somme no fue más que una matanza'." (32)


"Eran momentos en que el cansancio de la guerra se dejaba sentir entre los combatientes. Los motines de soldados franceses, ingleses e italianos se multiplicaron en el transcurso de 1917, y una de sus consecuencias fueron los fusilamientos de los amotinados: 600 franceses, 330 ingleses y 750 italianos, limitándonos a los que fueron juzgados previamente, sin contar los ejecutados sobre el terreno. Un cansancio que se reflejaba también en la población civil: en abril de 1917 trescientos mil obreros alemanes se declaraban en huelga, protestando por la reducción de la ración de pan.
Este rechazo a la guerra se había manifestado con anterioridad en la política alemana en una disidencia entre los socialistas: en marzo de 1916 un total de 19 diputados del SPD, con Hugo Hasse a su frente, se negaron a votar los nuevos créditos para la guerra, fueron expulsados del partido y fundaron el USPD (Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands o Partidos Socialdemócrata Independiente de Alemania).
La suerte del conflicto pareció que podía cambiar a favor de Alemania a fines de 1917, con el hundimiento del frente ruso y el triunfo de la revolución bolchevique -un acontecimiento al que hay que prestar atención por separado- que condujeron a la firma de un armisticio, en diciembre de 1917, y al tratado de paz de Brest-Litovsk en marzo de 1918 (un tratado tan abusivo, que el SPD se abstuvo de votar su aprobación en el Reichstag). El 7 de mayo se firmó, además, el tratado de Bucarest, que certificaba la derrota de Rumania." (34)


"La contribución más importante de la flota británica al conflicto no se manifestó en el combate, sino en la protección ofrecida a su marina mercante (que representaba cerca del 40% del tonelaje mundial) para asegurar el transporte de hombres y suministros desde América, la India o Australia, a la vez que les permitía establecer un bloqueo para impedir el aprovisionamiento del enemigo, no sólo en armamento, sino también en alimientos y fertilizantes, lo que hoy sabemos que causó serios problemas de desnutrición a los alemanes, y en especial a sus niños." (36)


"En enero de 1917 Wilson formulaba ante el senado una propuesta para terminar la guerra con una 'paz sin victoria', a la que los alemanes respondieron con la proclamación de la guerra submarina sin restricciones, que iba a afectar de pleno a las embarcaciones norteamericanas y que condujo a que el 3 de febrero el Congreso de Estados Unos aprobase la ruptura de las relaciones diplomáticas con Alemania.
Wilson no hubiera ido más allá, sin embargo, sin la provocación que significó elo llamado 'telegrama Zimmermann', del nombre del ministro de Asuntos exteriores alemán que el 16 de enero de 1917 envió instrucciones al embajador alemán en México para que entregara al gobierno mexicano una nota en que decía: 'Pensamos iniciar la guerra submarina sin restricciones el 1 de febrero. Trataremos, con todo, de mantener neutral a Estados Unidos. En caso de que esto no se consiga hacemos a México el ofrecimiento de una alianza sobre las siguientes bases: hacer la guerra juntos, hacer la paz juntos, generosa ayuda financiera y apoyo por nuestra parte para que México recupere los territorios perdidos en Texas, Nuevo México y Arizona'.
Los británicos, que interceptaron en México el mensaje, lo dieron a conocer al público. A la indignación que provocó el telegrama contribuyó el hecho de que había sido enviado al embajador alemán en Washington por el cable submarino transatlántico norteamericano, desde la terminal de la embajada de Estados Unidos en Berlín, por la que los norteamericanos permitían que los alemanes enviasen textos codificados, bajo palabra de honor de que sólo se transmitirían mensajes relativos a las negociaciones de paz.
La propuesta era tan absurda que Zimmermann pudo haber evitado el desastre desmintiendo su autenticidad; pero cometió la estupidez de reconocerlo y la indignación que produjo lo que la prensa norteamericana interpretó como un plan para una invasión prusiana de América contribuyó a facilitar la entrada de Estados Unidos en la guerra. Wilson se presentó el 2 de abril de 1917 ante una sesión conjunta del Congreso pidiendo que aprobaran 'una guerra para terminar todas las guerras': el 6 de abril se aprobó la declaración de guerra a Alemania y el 7 de diciembre a Austria-Hungría." (37)


"Lo que hizo de la Gran guerra un conflicto mundial fue el hecho de que en ella no se enfrentasen naciones, sino imperios." (38)


"... la aportación que hicieron a la guerra las colonias y los territorios dependientes fue mucho mayor, puesto que las metrópolis imperiales, además de consumir sus recursos, se llevaron a sus súbditos a pelear y morir en tierras extrañas por causas que les eran ajenas. Francia, por ejemplo, utilizó unos quinientos mil soldados coloniales en el frente del oeste, y otros doscientos mil fueron llevados a las industrias de guerra, en condiciones próximas a las del trabajo forzado. Los franceses reclutaron no sólo africanos, sino también malgaches, vietnamitas, canacos y tahitianos, hasta que la evidencia de la forma inhumana en que eran sacrificados suscitó revueltas en todas las colonias.
La amplitud de su imperio favorció, en el caso de Gran Bretaña, el volumen y la diversidad de su reclutamiento colonial. Mientras los movilizados en África, que incluían cien mil hombres aportados por Sudáfrica, se destinaron a la lucha en el propio continente, la aportación de la India fue impresionante: 130000 soldados hindúes lucharon en Occidente y unos 750000 en el Oriente próximo. Muy importante fue también la contribución de los 'dominios', que incluían tropas 'nativas', como los maoríes neozelandeses: Canadá envió 500000 hombres a Europa y al Oriente próximo, Irlanda 200000, Australia más de 300000, Nueva Zelanda 100000.... Alrededor de 250000 de estos perdieron la vida en combates en que las bajas pasaban del 50%."(39)


"El genocidio armenio

Mientras se desarrollaba la campaña de Gallipoli, los turcos, que temían que la numerosa población armenia del imperio, de religión cristiana y con aspiraciiones nacionalistas, se comportase como un enemigo interno, comenzaron retirando las armas a los armenios enrolados en el ejército, a los que se destinó a batallones de trabajo. En abril de 1915 se dieron en la zona de Van (cerca de la frontera de Irán) órdenes de 'exterminar a todos los armenios de doce años para arriba'; lo que explica que cuando los rusos ocuparon la provincia encontrasen unos 55000 cadáveres, la mitad de la población armenia de la zona. Pocos días después comenzaba la detención en Estambul de varios centenares de notables armenios y se ordenaba al ejército destruir todas las organizaciones armenias, con el fin de privarles de sus dirigentes naturales. Comenzaron a partir de entonces las deportaciones en masa hacia zonas desérticas, acompañadas de asaltos y asesinatos.
Con el pretexto de unas revueltas armenias que nunca existieron se ordenó, a fines de mayo de 1915, deportar y dispersar las poblaciones armenias del este hacia territorios del sur. Pero si las disposiciones publicadas hablaban de deportación, las instrucciones secretas ordenaban el exterminio. Se sacó de la cárcel a asesinos convictos y se los movilizó en bandas constituídas para actuar como 'carniceros'. Armenios, asirios y cristianos fueron asesinados en episodios de una extrema brutalidad. De mayo a noviembre de 1915 casi todos los armenios del este de Anatolia habían sido expulsados de sus hogares: los hombres eran asesinados, y las mujeres y los niños marchaban en caravanas hacia el desierto sirio, a pie o transportados en vagones de ganado, en una marcha imparable hacia el sur, cuyo objetivo era el exterminio gradual de sus miembros entre asesinatos en masa, violaciones, secuestro de niños y conversiones forzadas. En la primavera y el verano de 1916, escribe Ronald Grigor Suny, 'se produjo una orgía de asesinatos: decenas o tal vez centenares de miles de los armenios deportados fueron exterminados a lo largo del Éufrates y en Deir al Zor', mientraslos supervivientes eran empujados más allá. Según el cónsul norteamericano, de los 300000 armenios que habían llegado a Deir al Zor, en septiembre de 1916 quedaban tan sólo unos 12000, que fueron finalmente masacrados.
No hubo en general resistencia, salvo casos aislados como el de los 4200 armenios que se refugiaron en el Musa Dag, la montaña de Moisés, y resistieron al ejército turco hasta que los rescató la Armada francesa en septiembre de 1915. Los cálculos más documentados estiman que entre 1915 y 1918, en el transcurso de la guerra, murieron en el Imperio otomano más de 600000 armenios (a lo que habría que agregar los que murieron en las operaciones que se produjeron después de terminada la guerra)." (42, 43)



"El Final de la Gran Guerra

Aunque se hubiese extendido a escala mundial, la guerra, que se había iniciado en Europa, iba también a concluir aquí, de modo que conviene volver a este escenario para entender cómo y por qué acabó. Un final que no se decidió en los campos de batalla, sino que fue consecuencia de la crisis interna que el cansancio de la guerra estaba produciendo en las sociedades de Alemania y de Austria, agravada por el ejemplo ofrecido por la revolución rusa." (45)


"La situación interior se agravaba también por momentos, con la agitación de una población que deseaba el fin de la guerra a cualquier precio, sin que bastaran a contenerla los socialdemócratas, que recomendaban a los 'obreros con conciencia de clase' que no hicieran huelgas ni manifestaciones contra el gobierno, puesto que no querían optar por una vía revolucionaria como la de los bolcheviques rusos. Rathenau, dirigente de la gran empresa industrial A. E. G., consideraba que el país estaba siguiendo un camino parecido al de Rusia. En Berlín se estaban produciendo ya manifestaciones en favor de la paz que se dirigían a la embajada soviética para expresar su solidaridad, a costa de una dura represión por parte de la policía, y Karl Liebknecht, el jefe socialista radical ('espartaquista') liberado de la cárcel, fue recibido como un héroe y llevado en hombros por soldados condecorados con la Cruz de Hierro." (50)


"El 11 de noviembre, poco después de las cinco de la mañana, se firmó el armisticio en un vagón de ferrocarril en el bosque de Comiègne, a unos noventa kilómetros al norte de París. Una delegación alemana, presidida por el ministro de Estado Matthias Erzberger, en representación de Ebert, e integrada además por un representante del ministerio de Asuntos exteriores, un militar y un marino, firmaron el documento que les presentaron el general Foch, jefe supremo de las tropas aliadas, y el almirante británico sir Rosslyn Wemyss. Era de hecho una rendición incondicional. No se había cumplido la promesa de Wilson de que habría 'negociaciones de paz', sino que todo se redujo a una serie de imposiciones que los derrotados estaban obligados a aceptar. En un momento dado la discusión en el vagón de ferrocarril de Compiègne versó sobre el número de ametralladoras que los alemanes debían entregar. Se les pidieron treinta mil, pero la delegación alemana protestó que, si entregaban tantas, 'no les quedarían suficientes para disparar sobre el pueblo alemán, si ello llegaba a ser necesario'. Foch les concedió que se quedasen cinco mil más para esta eventualidad." (52)


"La Primera guerra mundial fue un conflicto brutal, 'una hecatombe sin precedentes, con pérdidas en una escala monstruosa', en palabras de Antoine Prost, en que murieron diez millones de soldados de un total de cerca de setenta y cuatro millones movilizados.1 Las muertes de civiles se estiman en unos siete millones: un millón como consecuencia de acciones militares directas, y cerca de seis millones por el hambre y las enfermedades causadas por la guerra. Otros elevan esta cifra a diez millones, incluyendo un millón y medio de víctimas del exterminio de los armenios. La mayor parte de las muertes de civiles por acción de guerra se refieren a las 'atrocidades' que cometieron los soldados de todos los ejércitos en todos los frentes, justificadas habitualmente como una respuesta a los ataques recibidos por parte de la población civil. Como diría Harry Patch, el último superviviente británico de la lucha en las trincheras, que falleció en 2009, la Primera guerra mundial 'no fue más que un asesinato en masa legalizado". (52, 53)



"LOS TRATADOS DE PAZ

Los tratados que pusieron fin a la guerra no fueron negociaciones de paz, sino imposiciones de los vencedores. En las conversaciones celebradas en París a partir de enero de 1919 se estableció un 'consejo de los cinco' integrado por las potencias vencedoras, cuya primera misión, a instancias de Wilson, fue establecer el convenio para la creación de una sociedad de Naciones. Armados con el disfraz de liberalismo que esto les proporcionaba, los vencedores se dispusieron a rehacer el mapa de Europa y a repartirse las colonias de los vencidos, imponiendo sus decisiones a los derrotados, a quienes se obligó a firmar los tratados de paz sin ninguna opción de discutirlos.
Japón obtuvo la transferencia de los derechos de Alemania en China y de una parte de las islas que ésta ocupaba en el Pacífico (otras fueron para Australia y Nueva Zelanda), y se desentendió del resto. Italia, tratada como un actor secundario, participó en las negociaciones mientras esperaba conseguir sus demandas territoriales, pero se desinteresó del tema a partir del momento en que vio que no iba a recibir lo que se le había prometido inicialmente. Fueron, por tanto, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña quienes se dedicaron a establecer un nuevo mapa del mundo, comenzando por rehacer por completo el de Europa.
Los tratados se firmaron todos en 'chateaux' franceses de los alrededores de París, que les dieron su nombre. El tratado con Alemania se firmó en Versalles el 25 de junio de 1919. Después
siguieron, entre septiembre de 1919 y agosto de 1920, los de Saint-Germain-en-Laye con Austria, de Neuilly con Bulgaria, de Trianon con Hungría y de Sèvres con Turquía.
Alemania, privada de sus colonias y de su flota, y con grandes limitaciones a su capacidad militar -su desarme era la principal, y legítima, preocupación de los franceses-, quedaba reducida a una potencia continental europea, pero no experimentó grandes pérdidas territoriales.
Contra lo que quiere el tópico, el tratado de Versalles no castigó duramente a Alemania. No tiene comparación con las exigencias que los alemanes impusieron a Francia tras su derrota en 1871, ni con las que sufrieron los países ocupados por ellos durante la Segunda guerra mundial. Se quería frenar su prepotencia sin debilitarla en exceso puesto que se esperaba que sirviese de barrera a la amenaza del comunismo soviético. Pero los alemanes, que nunca acabaron de aceptar que habían perdido la guerra, no estaban dispuestos a asumir las consecuencias, y se sentían especialmente agraviados por el artículo 231 del tratado de Versalles, que les declaraba responsables 'de haber causado las pérdidas y daños a que los aliados y gobiernos asociados y sus nacionales se han visto sujetos como consecuencia de la guerra que les fue impuesta por la agresión de Alemania y de sus aliados'. Lo cual, por otra parte, era cierto.
Las pèrdidas territoriales mayores las sufrieron Austria, Hungría y Bulgaria, como consecuencia de una remodelación del mapa de la Europa oriental que estaba destinada a crear un cinturón de estados fuertemente armados -Polonia, Checoslovaquia y Rumania- que habían de constituir la primera barrera contra la amenaza soviética.
Austria quedó reducida a un pequeño país de 6,5 millones de habitantes (contra los 51,39 millones que tenía el imperio), la tercera parte de los cuales residía en la ciudad de Viena, y se encontró privada tanto de sus viejas fuentes de alimentos y materias primas, como de los mercados para una industria que colocaba tradicionalmente sus productos en los territorios del imperio.
El caso de Hungría fue peor. El tratado de Trianon le arrebató nada menos que dos tercios de su territorio y tres cuartas partes de su población para contentar a los aliados de los vencedores (checos, rumanos y serbios). Tan sólo Rumania recibió 103000 km2 de territoriio húngaro, mientras que la propia Hungría quedaba reducida a 93000 km2.
El tercero de los grandes perjudicados fue Bulgaria, que perdió la mayor parte de Macedonia en beneficio de Serbia, y Dobruja, incorporada a Rumania, a la vez que se veía privada de su salida al Mediterráneo por Tracia, que se cedió a Grecia, lo que la dejó aislada en el mar Negro." (53-55)

1Las pérdidas se reparten así: 5648300 la Triple Entente (Rusia, 1997500; Francia y sus colonias, 1400000; el Imperio británico, 959000; Italia, 600000 y Estados Unidos 87000), por 4353500 los imperios centrales (el Imperio alemán, 2037000; Austria, 1457000; el Imperio otomano, 772000).